"Epigrafista" es la persona aficionada o versada en epigrafía (y la epigrafía es la ciencia que estudia los textos escritos sobre materiales duros - piedra, metal).

La epigrafía nos pone en contacto con las ideas de nuestros antepasados sin intermediarios, sin manipulaciones. Los textos en papel, (que los estudia la paleografía), en cambio, de tanto copiarse suelen contaminarse con aportaciones de sus respectivos copistas.



Bienvenidos a mi mundo, al mundo de EL EPIGRAFISTA.

sábado, 18 de agosto de 2012

Fervor local

      Habitualmente os presento epigrafía funeraria, pero hoy toca epigrafía votiva. Los monumentos votivos tienen la finalidad de "liberar" a un individuo de una promesa hecha a una divinidad: por ejemplo, un enfermo podía en su enfermedad prometer a un dios que si le ayudaba a curarse le dedicaría un monumento como exvoto u ofrenda, y si se cumplía la promesa el individuo se liberaba del compromiso contraído con el dios correspondiéndole con la dedicación de un monumento de agradecimiento. Los monumentos votivos presentan unas inscripciones características, en particular suele aparecer la fórmula VSLM (votum solvit libens merito = gustosamente cumplió con merecimiento su promesa).
    En esta fotografía tenéis un claro ejemplo de este tipo de monumento, también del museo de Burgos. Para empezar, se trata del soporte más habitual para este tipo de monumentos, un ara votiva. Son semejantes a las aras rituales que ya os expliqué (mirad la entrada del 7 de agosto), pero de tamaño más pequeño (los epigrafistas solemos llamarlas "arulas" para distinguirlas).
   La inscripción en latín dice: MATRIBUS ENDEITERIS FELIX PRISCAE, seguida de la fórmula votiva comentada líneas arriba. Es decir, está dedicada "a las madres Endeiteras": es frecuente encontrar en la Galia y en la mitad norte de Hispania exvotos relacionados con diosas veneradas como madres (quizá era una costumbre celta, desde luego prerromana) , que en cada localidad reciben un sobrenombre determinado. En Clunia (de donde procede este monumento) se debía venerar a estas madres con esta advocación (sólo en esta ciudad se ha registrado este culto). Esta práctica religiosa de veneración a grandes diosas madres debió de favorecer la aceptación de los hispanorromanos al cristianismo, en particular para asimilar fácilmente el culto a la Virgen María, a la que en España se la suele nombrar también con denominaciones locales (la Virgen del Camino, la Virgen del Pilar,..). Por tanto, estaríamos ante la adaptación de una costumbre pagana al cristianismo español.

   La dedicatoria la hace un hombre llamado simplemente FELIX, lo que nos asegura que se  trataba de un esclavo, cuyo nombre sólo comprende un elemento (a diferencia de los tria nomina de los ciudadanos libres). A los esclavos se les solía cambiar el nombre indígena por otro en latín: pero los nombres que les ponían tenían guasa...solían ir referidos a significados contrarios a la situación de los esclavos...es frecuente llamarle a un esclavo "felix", es decir, "feliz", cuando la situación real de los esclavos tenía muy poco de feliz... De este esclavo sólo se nos da un dato, el nombre de su propietaria, una mujer llamada "Prisca", nombre bastante común.

  Resumiendo, la traducción completa sería: "Félix, (esclavo) de Prisca, cumplió gustosamente con merecimiento su promesa (hecha) a las Madres Endeiteras".

  Y ahora un espacio para la imaginación, pues este monumento no nos da más datos: ¿qué promesa es la que este tal Félix, esclavo de Prisca, le hizo a las Madres Endeiteras? Siendo una promesa hecha a unas diosas madres, puedo imaginar que fuera una promesa quizá hecha para que su propietaria, que le trataba muy bien, se convirtiera también en madre...Prisca quedó embarazada, y Félix dedicó un monumento a las diosas que le habían ayudado en agradecimiento. Bueno, esto último me lo he inventado, pero un buen escritor desde aquí quizá podría desarrollar una novelita histórica...


sábado, 11 de agosto de 2012

Vidas anónimas


    Por más que los romanos se esforzaban por evitar la segunda muerte, la del olvido, el paso inexorable de los años y de los siglos demostró que todos sus esfuerzos por conseguirlo fueron inútiles. De las más de 300.000 inscripciones latinas que tenemos, no llega al 1% el de aquellas cuyos nombres asociamos a vidas de famosos romanos: la inmensa mayoría corresponden a ciudadanos anónimos, y en las propias lápidas solemos encontrar poco más que el nombre del difunto, lo cual tampoco ayuda a reconocer a alguien que quizá en vida pudo disfrutar de popularidad o de alguna clase de éxito social, o por haber hecho algo notable.
     La estela funeraria que os presenta hoy el epigrafista, perfectamente conservada, se asocia a una de esas miles de vidas anónimas que de algún modo construyeron la auténtica historia de la Hispania romana. También se encuentra en el Museo Arqueológico de Burgos. Es una estela completa, decorada en la parte superior con el símbolo astral de la rosa hexapétala, símbolo propio del paganismo romano.

    El cartel central presenta una inscripción hecha por un lapicida bastante descuidado (líneas torcidas, tamaño desigual de las letras,...), lo que indica probablemente que es una producción de un taller indígena. Sin embargo, la onomástica que encontramos es muy "romana": la difunta es una tal Cassia Flavia, hija de un hombre (quizá un liberto, dado que no aparecen los "tria nomina") llamado Cassius Flavius.
   El único dato que se aporta sobre la difunta es la edad a la que murió, 35 años. Hoy en día diríamos que murió joven, pero en el mundo antiguo esa edad estaba más o menos en la esperanza de vida media.
   A partir de aquí el monumento funerario no nos permite conocer más sobre esta mujer.

                                                                       Una vida anónima.

martes, 7 de agosto de 2012

Júpiter, el mejor y el más grande

   Aunque los romanos eran politeístas (el escritor Varrón llegó a nombrar ¡30.000 dioses romanos!), había uno al que consideraban el más grande: Júpiter. Es un dios de origen indoeuropeo: su nombre se formó sobre las palabras "Dyeus" (la misma raíz que en griego dio lugar al nombre "Zeus" y que en la misma lengua latina generó también la palabra "dies", el día, porque Dyeus en origen era el dios del día)y la palabra "pater", porque los romanos le veneraban como el padre de todos los dioses.  
   Así, "dyeus+pater" dio lugar a la palabra Iuppiter (Júpiter). En este caso vemos su nombre inscrito en un ara (altar de sacrificio). Las aras son bloques cuadrados de piedra que en la parte superior disponían de un pequeño hueco o platillo (como se aprecia en la fotografía de debajo) en el que un sacerdote depositaba o quemaba objetos asociados a los rituales de sacrificio en homenaje a los dioses.
Este altar está también en el Museo de Burgos.

Aquí aparece en dativo la fórmula típica un tanto "rimbombante"  de veneración a este dios:
IOVI OPTVMO MAXVMO:  a Júpiter, el mejor, el más grande.