"Epigrafista" es la persona aficionada o versada en epigrafía (y la epigrafía es la ciencia que estudia los textos escritos sobre materiales duros - piedra, metal).

La epigrafía nos pone en contacto con las ideas de nuestros antepasados sin intermediarios, sin manipulaciones. Los textos en papel, (que los estudia la paleografía), en cambio, de tanto copiarse suelen contaminarse con aportaciones de sus respectivos copistas.



Bienvenidos a mi mundo, al mundo de EL EPIGRAFISTA.

martes, 30 de julio de 2013

60 millones de romanos






En vacaciones estoy aprovechando para leer muchos libros. Ahora mismo estoy leyendo un curioso ensayo titulado Sesenta millones de romanos, de Jerry Toner. En él se muestra una tesis muy interesante: la población del Imperio romano, como la de cualquier estado, fue variable, pero por los datos de los censos que tenemos la media del número de habitantes debía de rondar unos 60 millones (aunque en algunos momentos debió aproximarse a los 100 millones). Puede parecer poco, pero hace 2000 años el mundo debía de tener una población de unos 500 millones de habitantes, por lo que una quinta parte de la población mundial vivía dentro del Imperio romano.

Pero la reflexión de Jerry Toner es que la imagen que tenemos de la sociedad romana es una imagen que se limita mucho al papel de las élites, principalmente los nobles (patricios, senadores, caballeros,...), cuya cifra debía estar en torno a las 250.000 personas, y el ejército, formado por aproximadamente medio millón de soldados. Es decir, que estas élites apenas llegarían al millón de habitantes, en un imperio en que vivían unos 60  millones de seres humanos, por lo que vendrían a representar algo menos del 2% de la población total.

El resto, es decir el 98% eran las no élites, de las que casi nada se dice en los libros de texto de historia, pero que sin embargo eran el verdadero motor de la sociedad romana: plebeyos, peregrinos, libertos, esclavos,...sin ellos Roma no habría sido lo que fue.

Hoy me mueve el sentimiento de querer hacer mi pequeño homenaje a esas no élites, y por eso he seleccionado esta estela funeraria. Raramente aparece en la estela funeraria el oficio del difunto, pero ésta, encontrada en Salas de los Infantes (Burgos) y que se expone actualmente en el Museo arqueológico provincial de Burgos, tiene un relieve bajo los signos astrales de la parte superior, habituales en las lápidas paganas, sobre el cartel de la inscripción, que no deja dudas sobre la profesión del difunto: era un pastor, uno de esos 60 millones de personas anónimas que generación tras generación dieron vida al Imperio romano. Se aprecia claramente el dibujo de un  hombre junto a dos vacas.

La estela, que fotografié hace unos años, tiene la siguiente inscripción:


AVSCVS BOVTIVS VIRONI F(ilius) AN(norum) XXX H(ic) S(itus) E(st)

Es de fácil traducción: "Ausco Boutio, hijo de Virono, de 30 años. Aquí descansa." 

Hoy, estimado lector, te invito a que pronuncies conmigo en voz alta el nombre de Ausco Boutio, probablemente un peregrino (hombre libre pero sin ciudadanía romana) que pasó su anónima y corta vida ocupado en sus duras tareas de pastoreo en tierras hispanas: así, según creían los romanos, le "liberaremos"  de la segunda muerte, la muerte en el olvido. Y de esta manera te invito también a que momentáneamente olvides que los romanos no sólo eran gente como Julio César, Trajano o San Agustín, sino que la inmensa mayoría tenían mucho más en común con nuestro desconocido Ausco. 

Fueron gentes como Ausco las que dieron lugar a la forma de latín en la que tú y yo ahora nos entendemos, fueron gentes como Ausco las que hicieron este mundo que tú y yo hemos heredado...

domingo, 14 de julio de 2013

"CONSERVUS": ESCLAVOS, PERO AMIGOS HASTA LA MUERTE.

Como ya anuncié en una entrada anterior, el Museu Dom Diogo de Sousa en Braga (Portugal), reúne una interesante colección de epigrafía romana, en donde destacan las estelas funerarias pertenecientes a las diversas necrópolis de la ciudad de Bracara Augusta, capital de la provincia "Gallaecia".

Entre ellas es muy original esta estela que un "conservus", es decir, un esclavo compañero de otro esclavo, dedica a su amigo. Ambos debían trabajar en una herrería al servicio del mismo señor, a juzgar por los relieves que decoran la estela: en la parte inferior aparecen un martillo, un mazo, unas varas y  en la parte superior de la estela una azada.

El texto en latín ocupa el lugar central: "Agathopodi,  T. Satri. Zethus, conservus", que se podría traducir como "A Agatópodo, (esclavo) de Tito Satrio. Zetho, esclavo compañero de él (le dedicó este monumento funerario)".

Tito Satrio, quizá un ciudadano de Bracara Augusta, debía de tener algún tipo de taller o herrería en donde trabajaron dos esclavos de origen griego (sus nombres así lo revelan). Estos dos esclavos griegos, de los cuales al menos uno, Agatópodo, murió en la ciudad en la que servía a su amo (a juzgar por los rasgos de la lápida en algún momento de los siglos I o II d.C.), debían de haber compartido tareas. Lejos de su tierra, estos dos griegos, que por alguna razón desconocida sirvieron al mismo dueño en el noroeste de Hispania, podemos pensar que fueron grandes amigos. La estela parece demasiado ostentosa para un esclavo, por lo que podríamos suponer que estamos hablando de esclavos griegos muy apreciados, quizá por ser capaces de realizar trabajos muy especializados, y al menos Zetho pudo reunir con su "peculium", especie de propina que los señores daban a sus esclavos, una cantidad de dinero importante como para costear esta lápida y dedicársela a su compañero de faenas.

(En la parte inferior de la estela el texto original -quizá "hic situs est", "aquí descansa", o alguna otra típica fórmula funeraria -casi no puede leerse, pues fue sustituido por  un texto en latín y portugués en 1757 que nos hace ver que esta estela fue reutilizada siglos más tarde, como es bastante habitual).

miércoles, 3 de julio de 2013

Iptuci: una ciudad romana en la sierra de Grazalema.

         Mis suegros son de un pueblo del sur de Sevilla que se llama Montellano. Allí mantienen una acogedora casa de dos pisos, y desde la azotea de la casa se contempla un buen panorama de la Sierra de Grazalema, ya en la provincia de Cádiz. En particular desde esa azotea se puede observar una silueta blanca que corresponde al pueblo de Prado del Rey, pueblo serrano y gaditano que visito con frecuencia. En el término municipal de Prado del Rey se conservan vestigios de la ciudad romana de Iptuci, una ciudad con más de 3.000 años de historia, ocupada ya por iberos, fenicios y cartagineses antes de que los romanos, atraídos por sus minas de sal, decidieran hacer de ella una notable ciudad, de la que se conservan algunos vestigios. Además de sus ruinas, son notables dos inscripciones romanas, ambas conservadas en Prado del Rey.
         La primera está en la misma oficina de turismo del pueblo, en cuya entrada lo primero que uno encuentra es la reproducción de una lorica segmentata, la famosa armadura articulada que usaron los romanos entre los siglos I a.C. y III d.C. (por cierto, producir esta armadura era muy caro, y los romanos dejaron de fabricar esta excelente armadura; lo cual fue un tremendo error, pues los pueblos bárbaros que rodeaban el imperio sacaron provecho de todo ello enfrentándose a unos legionarios peor armados...). 
       La fotografía que abre esta entrada es de esa armadura. Enfrente se encuentra una pieza muy interesante, una placa de bronce:



              Junto con su traducción:


                  
                   Es muy interesante la pieza, que nombra al Senatus populusque Iptuccitanorum, es decir, el senado y el pueblo de los de Iptuci (el nombre latino de la ciudad, que debe leerse con acentuación esdrújula, aparece en unas inscripciones como Iptucci y en otras con una sola "c"). Es un buen ejemplo de epigrafía jurídica que habla de un pacto de amistad entre los habitantes de la referida ciudad de Iptuci con otra ciudad romana (Colonia Ucubi Iulia, situada en la actual provincia de Córdoba) que ambas ciudades rubricaron con esta placa por la época de la muerte de Cristo.

                       En la misma oficina de turismo se exponen otras piezas halladas en los alrededores de Iptuci, que pude fotografiar bien gracias a la gentileza de la empleada de la oficina que me abrió las vitrinas para evitar que las fotos salieran con el reflejo de los cristales. Por ejemplo, esta falcata ibérica en muy buen estado de conservación:



                 La segunda inscripción está ubicada en un lugar mucho más original; se trata de un cipo funerario empotrado en la fachada de la  Iglesia mayor del pueblo:



´                     Aunque en las dos primeras líneas del texto de la lápida faltan algunas letras que dificultan la lectura, la interpretación general de este monumento funerario se aproximaría mucho a esta traducción:

                      "Fabia Fabiana, hija de Cayo, dispuso en su testamento que en lugar público se le erigiese una estatua. Así lo ha cumplido su hermano Fabio Montano, su heredero,  y ha dedicado la estatua en el lugar que le fue otorgado por el esplendidísimo ayuntamiento de Iptuci".

                     De la estatua que quizá coronaba este cipo que Fabio Montano dedicó a su hermana Fabia no queda nada. Es interesante la referencia que al final del texto se hace al ordo iptucitanorum, que sería algo así como el actual ayuntamiento de la ciudad de Iptuci. También la inscripción sugiere que la tal Fabia debió de ser una mujer importante y adinerada, para mandar que se le erigiese una estatua en algún lugar público de la ciudad y que el ayuntamiento considerase que dada su importancia o su poder económico tenía que dedicar un espacio público al monumento funerario que ella dispuso en su testamento.
               
                  Esto vuelve a sugerir, una vez más, que la situación  real de la mujer en la sociedad romana era muy diferente del nulo papel que tenía en las instituciones políticas: es decir, de iure las mujeres estaban sujetas a las decisiones de los varones, pero de facto gozaban de una amplia libertad de movimiento que les permitía, por ejemplo, disponer de bienes propios e importantes, y su influencia en la vida diaria de las calles de las ciudades romanas era mucho mayor de lo que imaginamos, a pesar de que los varones romanos no contasen con ellas para la política y para el ejército.

                   En Iptuci se emitieron también monedas romanas. En definitiva, debió de ser una ciudad romana notable a juzgar por estos testimonios y por sus restos arqueológicos. La ciudad siguió viva después de los romanos: los árabes construyeron una fortaleza que está frente al actual pueblo de Prado del Rey para defenderla de los cristianos. De esta fortaleza se conserva la torre del homenaje del castillo árabe que la coronaba, aunque en bastante mal estado:




                      Los lugareños la llaman la Torre Pajarete (al parecer el nombre guarda relación con un tipo de vino que se producía en estas tierras). Con el zoom de la cámara hice un plano en el que se ve su actual estado de abandono, con ganado pastando alrededor...




                     La historia de la ciudad de Iptuci no duró mucho después de ser tomada por los cristianos hacia el siglo XIII. Parece que la ciudad fue abandonada definitivamente a finales del siglo XV, y desde entonces sus muros y piedras han sido reutilizados, como es habitual, para construir nuevos edificios en los pueblos de los alrededores. 

                        (Dedico esta entrada a mi suegro, Gervasio Zamora Díaz, "montellanero" afincado en Madrid, que se encuentra mientras escribo hospitalizado, recuperándose de un "ictus").